Tiempo de insultos, cuando la solución es lo de menos

La primera derrota política de la Unión Civil fue la de no ofrecer su propuesta como una alternativa moderada y razonable, frente a una importante mayoría contraria a que las relaciones homosexuales logren su formalización a través del matrimonio igualitario. De inicio, la iniciativa fue presentada como una acción táctica destinada a ser solo un impulso para  mayores avances, las acciones de propaganda fueron efectuadas en medio de desfiles carnavalescos con personajes travestidos y pintarrajeados o en la Catedral de Lima en ejercicios de romance homosexual masivo.  Como si su jefe de campaña fuese en realidad un espía.
En este momento nadie duda de lo que hay detrás: el matrimonio entendido como un contrato donde las partes acceden con libertad, sin que constituya requisito el bíblico mandato de hombre y mujer.  Así las cosas, reconozcamos primero que es legítimo que cada ciudadano quiera hacer que su interés, pensamiento, opción, prejuicio, temor, ilusión, sea recogida por sus representantes políticos para transformarse, votación mediante, en parte del sistema jurídico. De igual manera, en una democracia representativa, los parlamentarios observarán con cuidado el sentir de sus electores antes de emitir su voto. Esa es precisamente parte importante de su labor. Representar a sus electores.
Cuando las pasiones se descontrolan, surgen los adjetivos y la muchedumbre descalifica al adversario y se radicaliza la división entre las personas. Olvidamos que, en realidad, promotores y opositores tienen razones atendibles y respetables, además que sus intenciones no tienen en este caso, ocultos y siniestros propósitos. El punto es que, si realmente se quiere que una propuesta legislativa triunfe, se debe manejar eficientemente los instrumentos políticos y parlamentarios, esas son las reglas para todos los grupos sociales cuyos intereses contradictorios son llevados al Congreso, a sede política.
¿Y por qué no han recurrido al Derecho?  No conozco de procesos de amparo que hayan tratado de aprovechar las mayores fortalezas del concepto de matrimonio igualitario. Me explico, los jueces constitucionales no tienen como límite directo la opinión pública ni las encuestas. Sustentan sus decisiones en fundamentos jurídicos que provienen de una lectura dinámica y sistemática de la Constitución material, y que no coinciden necesariamente con el texto literal de los preceptos consignados allí en 1993. La jurisprudencia otorga nuevos contenidos normativos a cada uno de los artículos constitucionales.
Ya en clave de derechos fundamentales, cualquier proceso constitucional sería mucho más atractivo y prometedor que la guerra mediática de insultos, pues al confrontar con las principales Iglesias, se renuncia expresamente a invocar el raciocinio de la respetable mayoría socialmente conservadora. El que no se haga nada efectivo para obtener el triunfo del cambio propuesto, nos induce a sospecha. ¿Se estarán utilizando necesidades reales para lograr construir un espacio político en favor de unos cuantos? ¿Beneficia el actual nivel de confrontación a las personas legítimamente interesadas?

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