Tu representante, el político

Si el objetivo de la política fuese obtener poder, entre los mejores políticos de la Historia se contaría al persa Jerjes que hizo azotar al desobediente mar, indignado porque las olas no le permitían cruzar el estrecho de Dardanelos e iniciar la invasión a Grecia. Su poder sobre su comunidad política era absoluto.
En varios aspectos, el poder es antagónico a la política, que consiste en la actividad de intermediar intereses y tendencias para concretarlos en las esferas de decisión, vía debate, negociación y acuerdo. Cuando se ordena u obedece, desaparece la política. Supone el reconocimiento de las innumerables contradicciones entre los grupos que componen una sociedad, haciendo imposible que una persona o partido logre aspirar a representar a la totalidad de los intereses y tendencias que solo pueden lograr la convivencia pacífica por medio de la política.
De allí se desprende la representación política, que supone la credibilidad de los electores de un representante, en función a que éste los pueda representar en los espacios donde se decide la victoria o derrota de sus intereses y tendencias. Existirá mejor representación, en las sociedades donde haya más espacios para la política. Eso explica nuestra crisis, pues somos intolerantes ante el adversario y antes que negociar preferimos eliminarlo, por cualquier forma. Estamos más cerca de Cesar Borgia que de Konrad Adenauer.
Mientras más democrática es una sociedad, es mayor el espacio para el ejercicio de la política, porque ya han comprendido la necesidad de convivir con las diferentes perspectivas y opiniones divergentes. La democracia no puede desarrollarse sin que crezca la política. Y claro, se necesita de políticos. Como en cualquier profesión o actividad, mientras mejor haya sido su formación teórica y su experiencia en reducidos espacios de discusión y negociación, mejor.
El político debe tomar decisiones complicadas en momentos de tensión, sujeto a la presión de multitud de factores. Desde joven debe educarse en un partido político, donde escala posiciones en función a su capacidad de hacer política, sometido al escrutinio de sus adversarios, puliendo su carácter, educando sus reacciones, afinando su capacidad de hacer que las cosas sucedan que es, al final, la esencia de la actividad política: cumplir los objetivos de sus electores.
Esa es la diferencia de la social cristiana Angela Merkel con el empresario Sebastián Piñera, entre el laborista Tony Blair y el empresario Silvio Berlusconi. Elegir un Presidente es mucho mas complejo que escoger una película en función de un actor o un restaurante en función de un chef.

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