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Tu representante, el político

Si el objetivo de la política fuese obtener poder, entre los mejores políticos de la Historia se contaría al persa Jerjes que hizo azotar al desobediente mar, indignado porque las olas no le permitían cruzar el estrecho de Dardanelos e iniciar la invasión a Grecia. Su poder sobre su comunidad política era absoluto. En varios aspectos, el poder es antagónico a la política, que consiste en la actividad de intermediar intereses y tendencias para concretarlos en las esferas de decisión, vía debate, negociación y acuerdo. Cuando se ordena u obedece, desaparece la política. Supone el reconocimiento de las innumerables contradicciones entre los grupos que componen una sociedad, haciendo imposible que una persona o partido logre aspirar a representar a la totalidad de los intereses y tendencias que solo pueden lograr la convivencia pacífica por medio de la política. De allí se desprende la representación política, que supone la credibilidad de los electores de un representante, en funció

El Estado Gerontocrático

Si Tocqueville llegara a nuestras costas para conocer nuestra sociedad, se asombraría de que los jóvenes no asumieran una abierta postura revolucionaria contra un Estado anciano y ajeno, que ha venido tejiendo una telaraña legal contraria a los intereses naturales de la juventud, en férrea defensa de la gerontocracia. Hubiera advertido que la educación pública escolar no enseña habilidades suficientes como para garantizar al alumno una preparación que le conduzca a la universidad o la instrucción técnica, o tan solo para desempeñarse en un puesto de trabajo no especializado, ni siquiera para comprender a su propia sociedad en función a un pensamiento crítico sobre el complejo pasado histórico, el mestizaje como fuente de la identidad nacional. No hubiera tardado en averiguar la casi inexistencia de una educación técnica de calidad, al alcance de los inteligentes y hábiles no dispuestos a consumir muchos años entre libros y teorías. Claro, el Ancien Régime ignora la necesidad de té

Más Política y menos Combate

A finales de la República de Weimar, en la década del 30, los alemanes habían tomado por cierto la prédica de los extremistas. El comunismo y el nazismo se erigían como las únic as alternativas válidas frente al orden democrático defendido por los vilipendiados partidos de centro moderado: los social cristianos y los social demócratas, cuya imagen provocaba la desconfianza de los electores, más inclinados a optar por posturas fuertes, viriles y claras. Los ciudadanos dejaron de apoyar a los partidos que sustentaban el sistema, fue un rotundo triunfo de la noción Orden frente a la noción Libertad. Pero fueron los alemanes quienes terminaron con más de 20 millones de muertos, todas sus ciudades destruidas, sistemáticamente violadas sus mujeres y esclavizado medio país por la URSS. No es posible imaginar consecuencias peores.  El orden político europeo, concebido por auténticos líderes universales como Erasmo de Rotterdam y Jean Monnet y trabajosamente construido por personalidades como W

La Democracia Interna, uno de los grandes mitos

En la década del 70, se combatía la oligarquía de los partidos políticos porque habían logrado trasladar el proceso de la decisión política a los gabinetes de jerarcas partidarios, grandes  bosses,  fuera del ámbito formal del Estado, de las asambleas parlamentarias y de las oficinas de los ministerios. Además, eran esas cúpulas las que decidían las listas de candidatos a todos los cargos de elección popular, obligando al militante común a obedecer a su alta dirigencia. Como los partidos políticos tenían monopolio en la misión  de ofrecer candidatos al electorado, la legitimidad de su selección forma parte en realidad, de todo el proceso electoral en su conjunto. Así, un instrumento valioso para quebrar su predominio fue la exigencia de mecanismos de democracia interna, forzando la elección de los candidatos de cada partido por la voluntad mayoritaria de sus militantes. Pero el instrumento no es siempre eficaz para cumplir el compromiso de ofrecer candidatos convenientemente prepara

La política en los tiempos del Tinder

Los candidatos se preocupan por disparar propuestas que generen respaldo e identificación con grupos específicos de electores, las recogen de asesores y de focus group y las van enunciando como los antiguos escolares recitábamos la tabla del 7. No suele faltar quien encuentre graves contradicciones entre lo dicho 48 horas antes, no es que importe demasiado, ya no existe ideología ni programa, pues el electorado no los requiere, solo pide lo que necesita, satisfacer su deseo. Los partidos políticos tradicionales no solo servían para entrenar personas y proponer a sus mejores elementos a los cargos de elección popular, eran sumamente útiles para lograr enmarcar un conjunto de propuestas de forma coherente en un programa político permanente, de modo que el elector no solo elegía a una persona, sino a una marca. No era tan importante la promesa del candidato, sino la posición política del partido en torno a cada tema importante, la misma que era difundida y conocida incluso años antes

La Derecha en el pitazo inicial

La política es el arte de intermediar intereses y tendencias. Los movimientos de derecha suelen representar electores que buscan orden y seguridad. Si esa necesidad se extiende en la sociedad el movimiento crece, pero solo hasta donde lo permita su techo electoral, el que a su vez, está marcado por el nivel de rechazo visceral que produzca en quienes, en principio, no piensan votarles. Por esa simple regla Keiko acierta al tratar de desarmar al antifujimorismo retirando de las marquesinas a los históricos del movimiento, pues interpreta correctamente que debe evitar su derrota en segunda vuelta. En ese empeño cuenta con el apoyo de los propios afectados, lo que habla del nivel de compromiso político y verdadera formación que exhibe la escuadra naranja. A ello agrega el brusco reposicionamiento programático iniciado en Harvard y mantenido a pesar de las interesadas críticas. Lo único que arriesga es el segundo puesto, pues de mantener la identidad de derecha popular conservadora,