Los Viejos Partidos
Los Viejos
Partidos
Hablar
de fortalecer las instituciones, en el Perú actual, es tan productivo como
vender catecismos en Letras de la PUCP. Nadie entiende cuál es su utilidad. Recordemos
al Defensor Lima del magnate pesquero Banchero, cuyo asesinato puso rápido fin
a un equipo que solo obtuvo éxitos mientras le duró el dinero de su mecenas. Si lo comparamos con Universitario o Alianza,
de profundo arraigo social, importante trayectoria deportiva y estructuras de
menores, resulta obvio que es preferible apostar a un fútbol con instituciones permanentes y de larga trayectoria deportiva.
En
política, la diferencia entre un partido y un movimiento es, esencialmente, la
vocación de permanencia, una posición doctrinaria a la cual anclar los programas,
y la necesaria formación de dirigentes juveniles. Ambas opciones presentan sus
candidatos a los electores, pero mientras unos tienen la garantía de una marca
reconocida en el mercado, los otros vienen con un brilloso empaque multicolor,
bajo una denominación nueva y sin garantía. Los primeros han preparado a la
mayoría de sus candidatos desde jóvenes, permitiendo que modelen su carácter
mientras escalaban en la pirámide partidaria, los otros, invitan a cualquier
persona cuya ocasional popularidad sume votos, aunque no compartan ideales ni
objetivos en común.
No
hay que obtener un Ph.D. en Ciencia Política para suponer que, al igual que con
las medicinas, es mucho más seguro comprar productos de marca. Al igual que en
el fútbol, es más seguro entregarnos a la pasión por un equipo que tiene una
institución sólida detrás y no el patrocinio temporal de un aficionado
adinerado.
Solo
en política seguimos prefiriendo, una y otra vez, al producto sin marca,
guiados por la engañosa publicidad y la moda del momento. Lo más lógico sería
llevar nuestra experiencia de vida a la cámara secreta, donde decidimos no solo
quién nos gobernará sino qué visión de país preferimos, qué lista parlamentaria
será coherente con sus ideas, qué oferta electoral tiene la garantía de un
partido que seguirá existiendo cuando el gobierno haya concluido, incluso
cuando su líder haya fallecido.
Por
eso no nos debe llamar la atención que un candidato sin partido ni movimiento,
se haya referido a los partidos que construyeron la democracia constitucional
que hoy tenemos, como viejos partidos, restando
importancia a su eventual alianza en torno a un programa de gobierno.
Cualquiera sea el resultado electoral del 2016, esos partidos seguirán ofreciendo
ideas y formando jóvenes, cuando los actuales candidatos no requieran votos
sino tan solo flores.
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