La CADE, entre Caracas y Zúrich

El desarrollo de las sociedades es inversamente proporcional al efecto de la política en el presupuesto de una familia promedio. Cuando las políticas gubernamentales son decisivas en la supervivencia, estamos indefectiblemente ante una economía gravemente dependiente del Estado. Y al contrario, si las promesas electorales no afectan inmediatamente al ciudadano de a pie, lo más probable es que observemos desarrollo y estabilidad.
Esa es la diferencia entre vivir en Caracas o en Zúrich. Entre la actual Venezuela que destruye la economía de los ciudadanos y
subsidia a millones de familias, y Suiza donde todo es predecible y se debate sobre seguridad internacional. La política es buena, pero mejor cuando intermedia valores y no los comestibles de la semana.
Por eso debería resultar extraño que algunos medios critiquen las exposiciones de Alan, Keiko y PPK en la CADE, quienes destacaron no solo por exhibir seriedad y conocimiento, sino también por garantizar la continuidad del modelo constitucional impulsado por el socialcristianismo de las Cartas de 1979 y 1993, que nos ha permitido, con altibajos,  avanzar en el desarrollo económico y estabilidad política.
Gran parte de la crítica proviene de la izquierda democrática, legítimamente resentida por carecer de un candidato que al estilo de la socialdemocracia europea, ofrezca mayor desarrollo social dentro del actual capitalismo y estado de derecho. Pero también hay un intento de deslegitimar todo el sistema desde la extrema izquierda, pues en realidad su éxito depende de que aumente la pobreza. Con nostalgia y pena, ven caer a Maduro sin haber podido aprovechar, políticamente, ese paraíso de recursos, a diferencia de sus colegas vecinos.
Alan, Keiko y PPK han demostrado que este país puede ser gobernado con austeridad ideológica y racionalidad pragmática. Sin el riesgo del aventurero inexperto que pretenda trasladar sus dogmas universitarios al delicado equilibrio de la economía, secuestrando además a las familias a la esclavitud del subsidio directo, instrumento moderno del neopopulismo difundido por Chávez bajo la dirección de La Habana.
En mi anterior artículo ya expresaba mi satisfacción por la ausencia del factor temor en esta campaña, que recién comienza. Me reafirmo en el gusto por debatir el detalle de la propuesta tributaria y no sobre la existencia de la propiedad privada. El Perú merece un destino mejor, una sociedad estable, políticos serios, ciudadanos desconfiados.

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