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Mostrando entradas de enero, 2015
Empleo juvenil, ¿a cualquier precio? Si la lógica de la ley de empleo juvenil fuese cierta, sería posible suspender todo acuerdo o convenio por el cual la mujer ejecutiva pueda exigir bonos de productividad, utilidades de fin de año o dietas por sesiones, a fin de incentivar su ingreso a los directorios de las grandes empresas. Las personas discapacitadas podrían multiplicar su presencia en el mercado laboral si se estableciera legalmente que cobren la mitad del sueldo por jornadas más prolongadas. Las posibilidades son innumerables, siempre protegidas por la bondad de la finalidad anhelada. Claro, no es necesario ser constitucionalista para entender que no es posible recurrir a tales incentivos, pues el estado constitucional no admite la discriminación en razón de la edad, el género o la capacidad física, solo es posible la diferenciación sustentada en la racionalidad y la proporcionalidad. Tampoco es necesario ser economista para darse cuenta que es imprescindible reducir lo
"El Colegio Mayor y la Igualdad de Oportunidades" A pesar de haber enfrentado la resistencia inicial de este gobierno, la experiencia del Colegio Mayor, como prueba de que la educación pública puede ser eficie nte, resulta sumamente positiva y paradigmática. La idea central es romper el círculo vicioso por el cual el hijo de pobres queda condenado a ser pobre también, por no lograr acceder a los conocimientos que, en principio, requieren un profesor capacitado, motivado y bien remunerado, además de la infraestructura adecuada y los medios tecnológicos compatibles con un moderno proceso de enseñanza-aprendizaje. Todo ello, accesible tan solo a través de una costosa pensión de enseñanza en colegios privados de élite. El principio de Igualdad de Oportunidades pertenece a la esfera del Estado Constitucional de Derecho, donde la educación en todos sus niveles, responde a los principios y valores contenidos en la Constitución material. Así, si bien puede aceptarse las diferencias
" El Estado Gerontocrático"   Si Tocqueville llegara a nuestras costas para conocer nuestra sociedad, se asombraría de que los jóvenes no asumieran una abierta postura revolucionaria contra un Estado anciano y ajeno, que ha venido tejiendo una telaraña legal contraria a los intereses naturales de la juventud, en férrea defensa de la gerontocracia. Hubiera advertido que la educación pública escolar no enseña habilidades suficientes como para garantizar al alumno una preparación que le conduzca a la universidad o la instrucción técnica, o tan solo para desempeñarse en un puesto de trabajo no especializado, ni siquiera para comprender a su propia sociedad en función a un pensamiento crítico sobre el complejo pasado histórico, el mestizaje como fuente de la identidad nacional. No hubiera tardado en averiguar la casi inexistencia de una educación técnica de calidad, al alcance de los inteligentes y hábiles no dispuestos a consumir muchos años entre libros y teorías. Claro,